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La casa móvil

Autora: Maria Folch

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Organizando nuestro espacio al ritmo de nuestra vida.

La vida es continua transformación. Lo queramos o no, nos movemos y todo se mueve a nuestro alrededor.  Las diferentes etapas que atravesamos según nuestra edad y circunstancias, vivamos en familia, comunidad, pareja o en solitario, requieren de nosotros una gran capacidad de adaptación y flexibilidad. En la sociedad en la que vivimos, en la que los cambios se suceden cada vez a más velocidad, adaptarse a cada nueva etapa es uno de los mayores retos de nuestras vidas.

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Encontrar un cierto equilibrio -llámese plenitud, felicidad, paz...- en nuestra realidad cotidiana depende de innumerables factores, algunos de los cuales ni siquiera podemos controlar. Cuando además se es padre y se vive con niños, los retos se multiplican pues nos encontramos frente a distintas necesidades y ritmos según las edades o gustos personales. En un contexto además en el que la conciliación laboral es en ocasiones para muchas familias un tarea compleja -o en algunos casos inalcanzable-, el poco tiempo que se puede pasar en ocasiones en el hogar adquiere mayor relevancia, pues se pone una mayor expectativa en él, y el deseo generalizado es el de querer disfrutar de momentos de vida familiar agradables. A pesar de ello, en ocasiones encontramos dificultad en conseguir, ni siquiera esporádicamente, una cierta harmonía.

¿Y qué relación tiene la calidad del tiempo familiar con la organización de la casa? ¿No es el amor por los nuestros más importante que el cómo nos organicemos? Nuestro primer pensamiento tal vez sea que la disposición, cantidad y tipo de objetos, organización de horarios, normas o pactos, no son lo más importante, sin embargo, pueden llegar a ser un obstáculo en la vida familiar. Sin lugar a dudas, las personas son antes que lo material, y el amor y el tiempo compartido con nuestra familia es el ingrediente imprescindible para disfrutar de un ambiente saludable. Sin embargo, cuando hablamos de los niños, conviene recordar que el modo en que ellos perciben el amor de sus padres o cuidadores y a la vez construyen su autoestima es un poco complejo. La calidad del vínculo con sus principales cuidadores depende, entre otras muchas cosas, del tipo de interacciones de sus adultos acompañantes y de cómo, sobretodo durante los primeros años de vida, el niño puede relacionarse, aprender y expresarse en los espacios en los que habita y aprende.

Muchos padres y madres a menudo se lamentan de que pasan más tiempo discutiendo con sus hijos acerca de sus tareas pendientes o recogiendo objetos y juguetes que pasando un buen rato con ellos. Estas dinámicas – que a menudo tienen su origen en la primera infancia- se pueden fijar a través del tiempo, y generar malos sentimientos tanto en los padres, que se agotan en su papel de "policía malo" de la casa, como en los hijos, que pueden recibir las quejas constantes como falta de validez personal.

Para comprender un poco más cómo podemos mejorar la relación con los hijos a través de modificar el espacio, podemos por ejemplo recordar la revolución que supone en un hogar la llega del primer hijo. Cualquiera que haya tenido un bebé y haya experimentado lo que ocurre cuando comienzan a explorar el espacio desplazándose por sí mismos, recordará lo que significa la necesidad de adaptar la casa a la nueva situación familiar. Son muchos los cambios que deben hacerse en pro de la seguridad de los más pequeños: esconder productos de limpieza, tapar los enchufes, guardar el jarrón de la abuela, o nuestros objetos más queridos. Muchos de estos cambios se realizan por motivos de seguridad. Sin embargo, hay muchas otras variaciones del espacio que se  pueden hacer en esta etapa para beneficiar la necesidad exploratoria y de aprendizaje sensorial de los pequeños. Conocer con qué tipo de materiales aprende el bebé en esta etapa, podemos diseñar, con muy poco dinero, una disposición del espacio que sea una oportunidad para su aprendizaje y a la vez para el desarrollo positivo de su autoestima. Adaptando el entorno a sus necesidades podremos convertir de modo natural muchos "no toques esto" en "síes" o lo que es lo mismo, en oportunidades de alimentar su incansable curiosidad, de aprender a partir del tacto y el movimiento en un ambiente amoroso y relajado.  Ambiente amoroso por nuestra presencia y mirada que les da confianza y fuerza para seguir aprendiendo; y relajado porque está libre de peligros y les permite la exploración sin interrupciones constantes, ofreciéndole una imagen de sí mismo más positiva, y transmitiéndole que esa curiosidad que de modo natural emerge en él es apoyada por su ambiente y cuidadores.

Otro aspecto importantísimo de crear espacios que vayan a favor de las necesidades del bebé es que éste dispone de más tiempo de juego en solitario, cerca de sus padres, en el que va desarrollando su capacidad de concentración. No menos importante es el hecho de que cuando el ambiente favorece la concentración y el juego, los padres o cuidadores pueden ganar un tiempo precioso que puede utilizarse para mil cosas: para hacer las tareas de casa, dedicar tiempo a temas personales y cómo no, encontrar tiempo para estar totalmente presentes con los hijos, en exclusividad. Cuando la cantidad de objetos y organización no son un obstáculo sino un aliado, la familia como "ente colectivo" entra en una especie de danza, alternando momentos de vida en común y en solitario, creando unos agradables ritmos de convivencia donde las necesidades de pequeños y grandes pueden quedar cubiertas.

No es solamente durante la etapa que atraviesa el "bebé explorador" en que una casa puede llegar a necesitar cambios imprescindibles. Si bien los cambios producidos por las necesidades de seguridad en esta etapa (como tapar los enchufes) ya no son la prioridad a otras edades, los cambios no paran de sucederse. Los niños van creciendo. Evolucionan sus necesidades de juego, sueño, alimentación y por supuesto de expresión de afecto o conexión personal en cada una de sus etapas de desarrollo. Conocer a qué juegan los niños en cada etapa, qué grado de independencia pueden tener, qué normas pueden seguir, o cómo se comunican, puede ayudar infinitamente que todo fluya mejor en casa. Toda información sobre cada etapa evolutiva puede constituir una gran brújula de viaje, siempre y cuando no se reciba con rigidez y se combine con una mirada al niño real, respetándolo como ser individual y único que es.

En familias con más de un niño,  puede parecer que las necesidades de juego, horarios y dinámicas son absolutamente incompatibles y los padres pueden quedarse atrapados en gestionar las peleas entre los hijos, o en la organización de sus objetos, sea ropa, juguetes, restos de manualidades... Cuando la impotencia de no saber cómo crear un ambiente familiar tranquilo se une al retraso en la realización de las tareas de la casa diarias a menudo hace que éstas se dejen para cuando los niños ya duermen. En el momento en que estas situaciones se convierten en hábitos, pueden acumularse una ansiedad y cansancio desbordantes. En ocasiones estas dinámicas se consideran normales e inherentes a la infancia, y se tiene poca fe en poder mejorar la vida familiar, creando un sentimiento de frustración en los padres muy elevado. Aceptando que la vida con niños requiere esfuerzo, flexibilidad y adaptación, y que una cierta cantidad de conflicto entre hermanos es en cierta medida normal como proceso de aprendizaje emocional entre ellos, existen modos de reducirlos y utilizarlos a favor. Puede ayudar intentar no considerarlos "un grupo" siempre, garantizando al menos semanalmente, momentos de juego en soledad o momentos de atención individualizada con alguno de los padres para hacerlos sentir seres únicos. Reducir la cantidad de objetos, involucrar a los niños en las tareas domésticas, crear estructuras y normas para el uso de espacios, aprender a jugar con ellos, ser menos exigentes con la casa, crear objetivos realistas con el tiempo de que se dispone, simplificar algunas rutinas, reservar un tiempo para los padres solos independientemente de los hijos, y afrontar el día a día con buen humor, son algunas de las múltiples estrategias que se pueden llevar a cabo para ganar un poco más de paz en casa.

Otro tipo de situaciones familiares cambiantes que una familia puede atravesar pueden ser otras más complejas: cambios de trabajo, de país, viajes o ausencias de los padres, por no decir cambios más duros como problemas económicos, muertes familiares o separaciones. Todo ello requiere una gran capacidad de cambio y adaptación en un momento en que la energía del adulto escasea y el niño, lógicamente con menos recursos, se muestra mucho más demandante. Una casa que responda de modo veloz a la nueva realidad familiar, creando nuevas rutinas, y espacios que ayuden a construir un nuevo sentimiento de seguridad emocional tras algún tipo de cambio o pérdida, puede ayudar infinitamente a realizar una transición mucho más amable. De otro modo, si arrastramos problemas organizativos no resueltos, y los sumamos a algún tipo de situación de cambio grande en la familia, podemos caer fácilmente en el caos y el desbordamiento, empeorando una situación ya de por sí complicada.

Por otro lado, es frecuente que la transformación de la casa, incluso en el en el caso de adultos sin hijos, se demore constantemente, pues nos resulta difícil encontrar el espacio físico o temporal para dedicarnos a nosotros mismos en medio del caos de la vida diaria. A veces el motivo puede ser la falta de tiempo, en ocasiones el no saber por dónde empezar o no creer en el fondo en los efectos positivos reales de dedicar ese tiempo. En ocasiones, un cambio exterior y material puede llegar a ser el primer paso para hacer aflorar la creatividad que todos llevamos dentro y a la que en ocasiones le cuesta encontrar salida. Eliminar lo que no nos interesa, crear pequeños rincones temáticos, tener al alcance materiales para realizar manualidades o pinturas si nos gustan; tal vez leer, escribir, cocinar o hacer yoga... todo ello puede cambiar nuestra percepción del tiempo en casa. Embellecer de modo sencillo el espacio con plantas, dibujos, telas, aromas, elementos naturales o aquello que nos inspire, también puede influenciar muy positivamente nuestro estado de ánimo.

La vida es cambio. Convertir la casa en un espacio móbil, que se transforma con nosotros, que nunca se aburre, al que cuidamos, que respeta las preferencias de todos los que la habitan, que potencia nuestras motivaciones y sueños presentes en cada una de nuestras etapas evolutivas, es simplemente el polo opuesto de entender la casa como un almacén de recuerdos, llena de objetos de épocas pasadas que no dejan espacio literal al desarrollo de nosotros mismos. Con hijos o sin hijos, y a todas las edades, nuestro hogar puede ser toda una oportunidad de crecimiento personal a nuestro alcance, si dejamos que ese cambio se exprese a través de nosotros y de nuestro entorno.

SERVICIOS OFRECIDOS:

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• Selección de materiales de juego y creativos según etapas evolutivas
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• Ahorradores de tiempo en las rutinas de casa
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Todos los servicios se pueden realizar por Skype o teléfono.
Para pedir información: maria@mariafolch.com